14 dic 2013

Como "belleza encerrada"


Miras de reojo, como quien se va sin querer irse. Como quien recuerda algo que se le ha olvidado. Como quien se siente exiliado, como agua que emana y fluye sin sentido a través de la pendiente de su propia tierra y se va colando en cada grieta, cada grieta que va dejando humedecida. Como la lágrima que se cuela en la boca porque se da cuenta de que no quiere caer ni secarse en el olvido.
Miras de reojo porque es lo que haces antes de tomar una decisión importante... y antes de sonreír(me).


Museo del Prado

17 nov 2013

Frío

En los huesos.


There's someone in my head but it's not me.


3 oct 2013

Octubre con O de Otoño


Mientras uno de mis hemisferios hace apología del otoño...





Yo me agarro a los recuerdos de tu hemisferio derecho, diestro y también siniestro, profundo, aparte, muy aparte; lejos, como tú dices.

26 ago 2013

Origen


- ¿Cómo te llamas?
- Génesis
- ¡Oh! Como el primer libro de la Biblia
- No. Me llamo Génesis porque...



Yo... era una niña tan autosuficiente, tan autosuficiente que un día les di a mis padres la explicación del por qué de mi nombre... Les pareció bien. Y así se quedó la historia. Y menos mal.

- Me llamo Génesis porque significa origen, principio, creación; pero, sobre todo, me llamo Génesis porque para mis padres fui y soy el principio de algo nuevo, casi el principio de todo. (Y no, no "Todo lo es").

Me gustaba ser esa niña que no se quedaba con lo fácil ni se conformaba con una historia hecha, predeterminada; escrita y con final, un final aunque incierto escrito también.




Madrid, un atardecer post tormenta, a finales de Agosto del 2013




"Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas cubrían la faz del abismo [...]"
Génesis 1:2

22 ago 2013

Las no demostraciones y el reverso de las ecuaciones.

"Pero acertar es como desandar lo andado para demostrar dónde se ha estado"

Sí.
Y yo quería volver donde había estado una y otra vez. Quería volver, asimismo, una y otra vez.

¿Qué intentas demostrar?... Daba igual... la demostración daba igual si la solución a la que me llevaba su tipicidad era igual a, más menos (+-), ese resultado estúpido, asfixiante, (des)integrado, retroalimentado. Daba igual, quería volver una vez más, quería volver todas las veces.

Porque no sabía, porque no sé, dónde está el límite, la derivada, el histograma acumulado perfecto, la proporción, la ecuación final no resuelta; ni siquiera sabía dónde estaba el problema.

Quería volver. Porque ése era el único lugar fuera de mí en el que me sentía menos extraña, menos excluída, menos intrusa, menos rival, menos competencia, menos opuesta, menos inversa. Ése, ése y no otro, era mi chaise longue al lado, justo a su lado, de la ventana de mi escurridiza comodidad; y quería recuperarla.
No podía acabarse, no hoy, ni mañana; y quería recuperarla.

Conduce. Me mira por el espejo y me ve ausente. Se enfada. 
Aparca. Se baja. Da un portazo. Camina. Anda. Desanda lo andado.
Sube las escaleras. Abre. Cierra. Me ofrece algo. De beber. 
Por si tengo sed, por si me falta el aliento para decirle qué... 
Por si necesito saliva para escupirle tres verdades a la "cara". 
No, gracias. 

No dice nada. Pero se descubre en mis pupilas dilatadas. 
Y me quita la ropa. Una, dos, tres... Lo sabe. Lo sé. 
[...]
Me lleva. Me voy. Me quedo.



Y luego, sola otra vez, sin demostraciones y en el reverso de sus ecuaciones.

30 abr 2013

"No se engañe, Ana"


Va a sonar a “patriotismo”, pero, yo soy de Ecuador... 
Y llevo viviendo en España media vida (además, literalmente).

Empiezo así porque esa circunstancia, esa condición, me está haciendo tomar conciencia de algo que ignoraba, que no podía ver, que no me hicieron ver o que no quería ver porque estaba demasiado ocupada en otros asuntos, desentendiéndome de algo que me tocaba de (cada vez más) cerca.

En los últimos días, he escuchado un par de entrevistas hechas al actual Presidente de Ecuador, Rafael Correa, e independientemente de su ideología política y de las medidas que toma en el país, su conocimiento pero sobre todo la exposición de los mismos, a mi modo de ver, una exposición clara, realista y aplicada, me ha llevado a ver un par de matices, de aspectos, de una forma un poco más crítica, pero sobre todo analítica. Aunque he de decir que ya me advirtieron de ello (ellos saben quiénes son, él sabe quién es).

Por un lado, he caído (caído, así, coloquialmente y porque casi he dicho "auch") en la transformación que ha sufrido ese originario fin último de los estudios de Economía. No me había percatado, a pesar de haberlo estudiado, de que éstos nacieron con una finalidad social que ha terminado convertida en algo muy diferente, casi contradictorio; se ha convertido en un estudio puramente técnico, estadístico, estratégico, empresarial. Quizá, no me había dado cuenta porque, pese a una breve introducción del componente social de la Economía vista y no vista en mi primer año de carrera, en la práctica, prima un componente bien distante del bienestar de la sociedad en general.
Pero en fin, yo no soy economista, diría que todo lo contrario, soy casi la expresión gráfica de esa sociedad sometida al pensamiento empresarial cuyo objetivo primero y último está en la maximización del beneficio (por algo estoy estudiando Administración y Dirección de Empresas). Sometida sin consentimiento ni consulta. Porque, si bien es cierto que con casi dieciocho años supuestamente yo estaba perfectamente capacitada como para elegir mi futuro, a día de hoy, creo que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, a pesar de que elegí lo que elegí porque quería ir más allá y empaparme, entusiasmarme, enterarme (já) de las bases de aquel tinglado que mueve la sociedad, pero he acabado en un estado de sometimiento sin remedio, como las Leyes a la Constitución Española (sí, también estudio Derecho, otra rama no menos digna de cuestionar). Y a pesar de esa sensación de descontento y desilusión, a veces (no sé cómo) me digo que si lo elegí, por muy degradados que estén los principios sociales, económicos, políticos y jurídicos, fue porque tuve mis motivos y me obligo a acabar (espero).

Y digo “pese a”, “a pesar de” porque darte cuenta de algo de lo que te habría gustado darte cuenta en el momento de tomar una decisión y no unos cuantos años después, pesa; el tiempo pesa, pese a que nuestro paso por él, históricamente, parezca tan insignificante.


Por otro lado, y lo que más me ha removido las ideas y lo que me ha llevado a escribir esto es esa noción que tiene el Presidente de la realidad de las personas que hace algo más de una década salieron de Ecuador, salimos de Ecuador, en busca, ya no de un futuro mejor, sino de un presente aceptable. Digo noción, porque a pocos dirigentes he oído hablar de los ciudadanos del país en cuestión con una implicación y un conocimiento de causa tal que de repente hace que vuelvas a la realidad y te sientas identificado con lo que está diciendo y no con la imagen de lo que está ofreciendo.

Recuerdo, de la última entrevista que he visto y escuchado, que le preguntaban sobre la crisis actual en Europa y más concretamente sobre el azote que está recibiendo España. Él contesta con un ejemplo muy claro, la situación de Latinoamérica, más concretamente de Ecuador hace unos cuantos años. Que parece mentira, pero en cuanto cambiamos de escenario se nos olvidan las causas y las consecuencias. Se refería a esa situación que nos hizo huir a millones de ecuatorianos, insostenible en casi todos los aspectos y en la que quedarse era, muy probablemente, lo más arriesgado, una situación que dejó familias enteras rotas, un país vacío casi muerto, con una deuda externa desorbitada aún por pagar, con una pirámide de población de todo menos piramidal, desequilibrada y en forma de reloj de arena.

Se quedaban en el país los abuelos con sus nietos, toda la población que no fuera sinónimo de mano de obra productiva, cualificada o no, eso daba igual; o aquellos jóvenes a los que sus padres querían proteger, sin exponerlos a un cambio brusco en un momento crítico de sus vidas, sí, me refiero a los adolescentes, siempre tan controvertidos.

Digo controvertidos porque es bien sabido que dentro del ciclo de vida de todo ser humano, siempre se ha supuesto, se ha puesto, la adolescencia como una etapa crítica, de dolores de cabeza para padres, de problemas para todos. Pero los adolescentes hijos de padres emigrantes, sobrinos de tíos emigrantes, vecinos de vecinos emigrantes o enamorados de niñas populares emigrantes, tenían un añadido que dio lugar a que muchos de ellos tuvieran que enfrentarse a un cambio desesperado de actitud, saltarse una etapa de problemas que dar, para hacerse cargo de ellos mismos y por si fuera poco, en ocasiones, para hacerse cargo también de sus hermanos pequeños. Si eras adolescente y conseguías ese cambio, bien, genial, eras el mejor hijo del mundo. Si no lo conseguías... Terminabas formando parte de una generación de jóvenes que no querían estudiar ni trabajar porque sus padres les facilitaban todo lo material, que no querían madurar porque no le veían sentido a ese vacío emocional no admitido, que estaba desenvolviéndose en la delincuencia callejera y/o alguna de sus otras variantes, o que estaba “metido” en algún movimiento, pandilla, grupo “de mal ver”, en un grupo de satánicos o en uno de rock socialmente satanizado en una cultura tan de ritmos latinos alegres o que estaba metido en su propia burbuja aislante y lo que me parece pasar el límite de lo catastrófico y que pocas personas se atreven a tratar abiertamente es que muchos de esos adolescentes terminaron optando por el suicidio. Casi nada.
Me leo, leo “suicidio” y me da la impresión de que estoy exagerando aquella situación, pero es cierto. Nada más allá de la realidad, fue crítico así como es crítica la situación de la España actual, con los suicidios de las personas que se han quedado sin nada de lo que tuvieron o pudieron tener, ni casa, ni comida, ni vestido, ni trabajo, ni hijos porque éstos se fueron en busca de un futuro mejor, sin vida.

Más adelante, con un poco de “suerte”, después de unos años (a ser posible y por el bien de todos, pocos), en los que nuestros padres trabajarían mucho y bien para pagar la deuda que dejaban en Ecuador o el país que fuera; hacerse cargo de los gastos de la familia que dejaban en su país de origen, a menudo, sin más ingresos que las remesas recibidas a fin de mes, además de hacerse cargo de sus propios gastos; lograrían ahorrar para poder volver a su país o traer/llevar a sus hijos, padres y/o hermanos con ellos y proporcionarles un "futuro mejor".

Y digo “suerte” entre comillas, y es a este punto al que quería llegar, porque los jóvenes que de niños emigramos a un país que nos proporcionaría más posibilidades y oportunidades que nuestro país de origen, una vez en nuestro país de destino, tras unos pocos años de bonanza, junto a todos los demás jóvenes hijos inmigrantes o no, vimos esfumarse esas posibilidades y oportunidades porque resulta que en ese país destino pasamos a formar parte de otro tipo de generación, no menos desgraciada, la llamada “generación perdida”...

A mí me da risa, de verdad, no porque sea gracioso sino porque tengo la, a veces odiosa, tendencia a reírme en/de las situaciones que darían ganas llorar a cualquiera.
Será el mecanismo de defensa que desarrollamos la “generación potencialmente problemática” del Tercer Mundo que puso un pie fuera para perderlo en la "generación del miedo" del Primero.

Pero, ya en serio... ¿Tan descarrilados crecimos y tan perdidos estamos? Esto no puede ser verdad.


Dos de las entrevistas: http://www.youtube.com/watch?v=MZx_kq4yfBE , http://www.youtube.com/watch?v=LhaVe17gABQ 



Quito y su neblina capital


28 abr 2013

18:26


Con amor.
Para ti, tú que tanto sabes.
De mí, yo que tanto quise saber para poder ser todo eso que nunca fue.



Que nunca será esa chica de tez blanca casi translúcida de cabello largo liso negro intenso, cejas perfectamente remarcadas y sombra de ojos en degradé a juego. Que nunca llevará los suficientes tatuajes como para incitarte a besarle cada trazo y cada tramo de piel, que nunca tendrá las suficientes medias negras listas para rasgar, romper y mojar, que nunca será lo suficientemente valiente como para suspenderse en el aire por unos minutos de gloria hedonista, que nunca será capaz de llevar tacones de aguja por la noche y zapatillas de skater por el día; con tabla y a lo loco. Que nunca sabrá tanto de música como para entretenerte un día entero, ni sabrá sorprenderte un día cualquiera con un grupo cualquiera "post-loquesea" de música cualquiera pero que te enamore como sea. Que no sabrá someterte sin que tú la sometas antes a ella. 

Que ni escribe, ni canta, ni dibuja, ni baila, ni hace fotos, ni salta, ni hace deporte, ni es activista, ni es pacifista, ni cree, ni teje; ni es modelo, ni se mueve a tu antojo, ni pinta, ni maquilla, ni produce, ni dirige, ni toca, ni ensaya; ni se ha independizado, ni trabaja; ni es actriz porno de tus retinas para adentro, ni prestidigitadora de corazón para afuera. Que ni cocina ni se fija en si los alimentos que se está comiendo sufrieron mucho o sufrieron poco antes de estar en el plato. Que ni sobresale en lo que hace, ni sobreentiende en lo que deja de hacer. Un grano de arena en ese “no past land” de nadie. Que no sabe qué hacer para compensarte tanta mierda en esta sociedad perdida en crisis de todos. Con tantos vacíos por integrar. Que de tanto tobillo y muñeca atados al infinito, a veces, limita con una difusa línea, la más digna del universo de Gödel. Que ni viaja, ni busca, ni encuentra, ni duerme (pero te sueña, constantemente). Que no tiene perro ni gato, ni te muestra poemas de poetas muertos, ni te lleva a sitios innolvidables, ni es una cinéfila oculta de mucho cuidado, ni sabe manejar sus palabras con cuidado, ni es amable con sus “contactos”, ni habla inglés nivel usuario. 

Yo, que siempre me ofendí con tus “eres preciosa” y tus alegorías pro mujer perfecta por el mero hecho de serlo. Que pongo en tus manos la llave de la ventana de tus deseos. Que no dejo de echarte de menos ni siquiera cuando pienso que ya no quiero. Que me voy, cada vez que veo que no puede ser como te gustaría que fuera. Que lluevo hacia adentro excepto las noches que no te veo, que veo que no.
La sonrisa que te idealizó, te conoció, te tocó y te vio real, pero te volvió a idealizar.

Yo, que no tengo ni puta idea de cómo deshacerme de mis complejos, ni de cómo ver el virtuosismo de mis defectos. Tan absurda, tan desierta. Tan sentida y tan incapaz de explicarte que...

Pero con amor.

18 abr 2013

Des-ayunar-té


Después de años sin verte, se me ocurre tanto que decirte, pero, peligrosamente, no te digo nada.
Y te traigo mi corazón en una taza de café, sin leche, sin azúcar, sin agua; solo, granulado casi hecho polvo.
Y en los altavoces casi a volumen de auriculares suena un "no puedo más" y una réplica en segunda voz "no puedo más contigo" y, en mi cabeza, una corrección: conmigo.

No. No me ofrezcas cereales. No los quiero. No los podré digerir. Hoy no.
Ofréceme tus males, tus extravagancias, tus huellas dactilares en espejos de ascensor; ofréceme esas galletas de la suerte para remojar en leche y chuparte los dedos (los sesos), aunque sea la única comida de nuestros días, aunque en esos días no amanezca; no sería la primera vez.


"Mi peligro constante"

1 abr 2013

Trescientos bocados para cuatrocientos invitados


Ella, que nació con el aspecto frágil de las niñas valientes y fuertes.
La sonrisa dulce... 
Los ojos grandes, de un negro profundo, de un profundo silencio, de un silencio de esos, de los que albergan una mirada inusitadamente limpia, la mirada que te paraliza en cuanto te captura, y que, finalmente, te deja destellos de nostalgia, sin saber cómo ni por qué, como si de pronto te informara de que ese brillo es infinitamente inalcanzable. Sobre todo brillante.
La voz, ni aguda ni grave, ni estridente ni molesta, ni fuerte ni suave, ni siquiera dulce, tan solo amable. Demasiado amable.

Ella y su cuasi-celestial belleza, la de los cuerpos que, en teoría, necesitan nueve pero nos demuestran que para ellos con ocho es sobradamente suficiente, que rompen el tiempo, aceleran el proceso, giran sobre sí y sobreviven a, con y en, una estrecha cintura. Caótica, compleja, desordenable y ordenada.

Ella, que sobrevive todos los días al menos una vez después de cada comida, que se despide constantemente de alguien, levantando sospechas, pronosticando el futuro, ensalzando el pasado, enlazando estados, pero nunca dice por qué, ni con quién; "total, ¿para qué?". Ella que (se) va afirmando esperanzas, limando asperezas, reafirmándose en la constancia de su imagen de adolescente "perfecta", que más que dar problemas se los soluciona a cualquiera. Sobresaliente.

Mi princesa del drama. Tú, que apuntabas maneras sin haber leído a Julio Cortázar. Tú, que te empeñas en madurar a pasos ligeros y agigantados. Tómate tu tiempo y abofetéanos con incoherencias. 

Que nadie te quite lo que te corresponde...
... mucho menos lo que sueñas.


Y que no te cumplan a ti.

10 mar 2013

El riesgo, el beneficio de la duda.


Inocencias aparte.
Así transcurrimos por un estrecho camino que nos conduciría a las peticiones de carne abierta, cruda, violenta. Nos deshicimos en halagos, en besos, en las complicaciones de las combinaciones del sexo con amor para, finalmente, redundar en destrucción; revolcarse... someterse, dices.

Pues bien, allá vamos y aquí seguimos en la estrechez de la incertidumbre y el deseo creciente.
No sé cómo lo ves, pero sé que te sabes de pies a cabeza el mapa de mis precipitaciones, elevaciones, hundimientos, llanuras, mis reacciones y mis pulsiones. Sabes dónde estás y desde qué punto observar. Sabes que si tocas aquí yo termino así y que si dices no, por ende, yo te diré que sí. Y que si dices que no...
No sé cómo lo ves, pero ya lo verás quizás no tan claro como tan cerca.

Que sonamos a amenaza, a orden, a forcejeo, a acción-reacción, a manzana mecánica, a Newton pellizcando a Galileo, a relatividad recién hecha, a frustración post mortem.
Que olemos al almizcle aquel de junio de dos mil once.

Que lo dejamos para más tarde.



Digo "no sé" y te debo un euro que no pagaré,
porque, en cualquier caso, ya sabrás tú por mí.

6 ene 2013

You'll be a woman soon




Esta noche. 
No. 
En esa hora y media de sueño entre la que suena el despertador y te levantas de la cama, he soñado que una amiga mía del instituto cogía un taxi por equivocación pensando que tendría que pagar un euro con cuarenta céntimos, lo mismo que si hubiera cogido el autobús. En el taxi íbamos más personas, además, por dentro tenía las dimensiones de un autobús, pero por fuera era un taxi normal y corriente. Resulta que nos bajamos todas en el mismo sitio, todas mujeres, y mi amiga no tenía dinero para pagar el taxi, así que a mí se me ocurre pagarlo entre todas: con un euro cada una bastaba e incluso podía sobrar; algo que yo veo lógico y normal pero que en el mundo de los sueños se ve que es inconcebible, nadie quería pagar un euro por un servicio del cual también habían disfrutado, ignorando, además, por completo que así ayudaríamos a una amiga, le evitaríamos un problema y ella podría irse a su casa con sus pesadas maletas tranquilamente que era realmente su objetivo final. Sí, llevaba pesadas maletas, de ahí que cogiera un taxi que era más espacioso y más cómodo para trasladarse; obviamente la equivocación estaba en el cálculo del precio. Las demás chicas, mujeres, personas (nunca sé cómo denominar a las personas de mi edad, porque yo nunca sé si soy una niña, una chica, una mujer, una dama, una señora o una hija de puta, porque nunca he sabido ser una sola cosa, digamos que me adapto al medio). Lo que decía, las demás chicas estaban horrorizadas. Y yo exclamaba incrédula ante lo que presenciaba: ¡por favor! es solo un euro, qué más os dará un euro... ¡un euro! E intentaba razonar una respuesta por mí misma porque ellas no me daban ninguna y no la encontraba. Hasta que una de ellas, que también fue mi amiga en el instituto, empezó a dar sus motivos, motivos que no recuerdo porque gritaba, gritaba mucho, estaba enfurecida y yo me distraía más con sus gestos y ruidos que con lo que intentaba decir. Pues bien, no sé de dónde, en la siguiente escena yo aparecía con un bote de aceitunas en la mano, era casi todo líquido con unas cuantas aceitunas nadando. Estaba sobre ella en el suelo, con una mano presionándole el pecho y con la otra sujetando el bote por encima de mi cabeza. Iba, decididamente, a pegarle con él, porque no me daba una razón de peso y porque me daba mucho coraje su falta de empatía y de solidaridad con una persona en apuros y que además era su amiga. G la justiciera del bote de aceitunas.

Yo, que ni tomo taxis a menudo, ni cojo botes de aceitunas, ni me peleo con nadie en un estado de histeria, ni mucho menos se me ocurriría coger un bote de aceitunas para pegarle a alguien con él. Cuando me desperté no me lo podía creer. ¿Por qué un bote de aceitunas? ¿Y por qué un primer plano antes de cogerlo como arma ofensiva? No lo entendía. Y lo que ahora no entiendo es por qué no he podido quitármelo de la cabeza en todo el día.

Por cosas como ésta no me gustan los despertadores, aunque sin ellos mi vida sería un completo caos (más). Y mucho menos me gustan los despertadores puestos a cualquier hora antes de que hayan pasado las horas mínimas que mi cuerpo necesita para descansar y volver a funcionar “correctamente” o como yo espero que funcione; porque tengo sueños que me resultan realmente perturbadores, por muy insulsos que sean, por muy banales, sencillos, incoherentes, costumbristas, existencialistas, absurdos que sean.

Necesito dormir, dormir más pero más que eso necesito dormir bien.
Antes de perder las formas y arremeter contra alguien armada con un bote de aceitunas.
Antes de ser pura y toda irascibilidad.
Antes de que suene el despertador otra vez.

3 ene 2013

Una de falsa moral (II)



Esta vez, intentaré ser breve.

Señores que se creen que el mundo está dividido en tetas, vaginas, penes (a ser posible solo el suyo) y nimiedades varias encontradas en Internet. Y que conste que con esto no quiero decir que las tetas, las vaginas, los penes e Internet me parezcan nimiedades.

Cada uno es libre de ver el mundo como quiere (o puede, según); eso sí, me apetece deciros un par de cosas: no esperéis que un día alguien os tome en serio y no os quejéis de que la mujer de vuestros sueños "no os quiere a pesar de estar muy buenos". En serio ¿qué os pasa? ¿qué os pasa por la cabeza? 
Sí, vale, perfecto, a todos nos gustan los cuerpos bonitos, las caras bonitas, los... bonitos, las... bonitas y una largo etcétera sexual y no sexual de cosas bonitas y no tan bonitas. Pero, no entiendo vuestra necesidad de reiteraros y reivindicaros y vuestro afán de hacer protagonistas los pechos, curvas, mujeres, en general, desnudas o semidesnudas que encontráis en la red de redes. Resultáis pedantes, patéticos, ridículos y a veces incluso ofensivos.

¿Y a mí por qué me molesta vuestra actitud? 
No lo sé, porque seré una de las mujeres que no aparecerían nunca en vuestras publicaciones de facebook, tumblr, instagram, twitter... O porque sencillamente seré subnormal (en el sentido literal y no en el que vosotros posiblemente le dais a la palabra, que seguramente difiere de lo que realmente es)... O no. 
Es porque estoy harta de que nos tratéis como como si fuéramos un objeto; no os voy a negar que a mí (hablo por mi y no por "nosotras", porque nunca se sabe) me gusta sentirme deseada de alguna u otra o de todas las formas, pero lo que no me gusta y me parece intolerable es ese cosificar a las mujeres que tanto parece que os gustan.


Y, haceros, hacednos, un favor... No llaméis “femme fatale” a la primera mujer que os gusta, calienta, o putea.