26 ago 2013

Origen


- ¿Cómo te llamas?
- Génesis
- ¡Oh! Como el primer libro de la Biblia
- No. Me llamo Génesis porque...



Yo... era una niña tan autosuficiente, tan autosuficiente que un día les di a mis padres la explicación del por qué de mi nombre... Les pareció bien. Y así se quedó la historia. Y menos mal.

- Me llamo Génesis porque significa origen, principio, creación; pero, sobre todo, me llamo Génesis porque para mis padres fui y soy el principio de algo nuevo, casi el principio de todo. (Y no, no "Todo lo es").

Me gustaba ser esa niña que no se quedaba con lo fácil ni se conformaba con una historia hecha, predeterminada; escrita y con final, un final aunque incierto escrito también.




Madrid, un atardecer post tormenta, a finales de Agosto del 2013




"Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas cubrían la faz del abismo [...]"
Génesis 1:2

22 ago 2013

Las no demostraciones y el reverso de las ecuaciones.

"Pero acertar es como desandar lo andado para demostrar dónde se ha estado"

Sí.
Y yo quería volver donde había estado una y otra vez. Quería volver, asimismo, una y otra vez.

¿Qué intentas demostrar?... Daba igual... la demostración daba igual si la solución a la que me llevaba su tipicidad era igual a, más menos (+-), ese resultado estúpido, asfixiante, (des)integrado, retroalimentado. Daba igual, quería volver una vez más, quería volver todas las veces.

Porque no sabía, porque no sé, dónde está el límite, la derivada, el histograma acumulado perfecto, la proporción, la ecuación final no resuelta; ni siquiera sabía dónde estaba el problema.

Quería volver. Porque ése era el único lugar fuera de mí en el que me sentía menos extraña, menos excluída, menos intrusa, menos rival, menos competencia, menos opuesta, menos inversa. Ése, ése y no otro, era mi chaise longue al lado, justo a su lado, de la ventana de mi escurridiza comodidad; y quería recuperarla.
No podía acabarse, no hoy, ni mañana; y quería recuperarla.

Conduce. Me mira por el espejo y me ve ausente. Se enfada. 
Aparca. Se baja. Da un portazo. Camina. Anda. Desanda lo andado.
Sube las escaleras. Abre. Cierra. Me ofrece algo. De beber. 
Por si tengo sed, por si me falta el aliento para decirle qué... 
Por si necesito saliva para escupirle tres verdades a la "cara". 
No, gracias. 

No dice nada. Pero se descubre en mis pupilas dilatadas. 
Y me quita la ropa. Una, dos, tres... Lo sabe. Lo sé. 
[...]
Me lleva. Me voy. Me quedo.



Y luego, sola otra vez, sin demostraciones y en el reverso de sus ecuaciones.