12 dic 2014

Síndrome de Stendhal


Convivir con tus especialidades, compartir, cohabitar contigo es toda una experiencia. Más allá de los sentimientos implicados, más acá de los sentidos puestos. (En marcha). Y, también, es una lotería. Una lotería en la que la suerte siempre te toca, te roza, te sopla, te azota. ¡Zas! 

Eso sí, con una gran ventaja que, de alguna forma y sin saber muy bien cómo ni por qué, se nos convierte en un gran inconveniente. El tiempo. La falta de. Siempre el tiempo, que nunca es suficiente. Que nunca nos fue. 

Y entonces te (me) conviertes en un embriagador museo. Recto, simétrico, agradable, confortable, reconocible y ordenado en su propio desorden y como yo digo cuando me dejas: lleno de cosas bellas. En el que hay tanto que recorrer y tanto que hacer. Donde hay tantas distracciones, tantas posibilidades, tantas actividades.

Como la estancia de magnetismo especial que sin darte cuenta te llama, te absorbe, te corrompe. Y te rompe. ¡Zas! Llena de recodos, rescoldos, sombras, recobecos y misterios, historias secretas, libros viejos, portadas selladas, sellos de cera, estampas, marcos perfectos; con su polvo y sus grietas, etcétera. Etcétera, etcétera y qué etcétera tan... todo. 

Como esa exposición que, sin estar del todo expuesta, no te aburres de ver pero que no terminas de conocer, a la que quieres visitar, incluso sin que exista la posibilidad y, si existiera, aunque te sepas víctima inminente de una mialgia diferida (que no en diferido)... 
En las piernas de tanto caminar, andar, "desandar lo andado" por aquí y por allá, no sin una pequeña pérdida transitoria de uno mismo casi al final del recorrido; será el cansancio, será la magia, serán las ganas, de llegar y perderse y encontrarse y volverse a perder hasta encontrarte, en la puerta giratoria, esa del final... 
En los ojos de tanto observar, demasiados son los cuadros, los planos, las perspectivas y sus interpretaciones se multiplican; qué agilidad la de esos artistas ¿verdad?... 
En el pensamiento, la razón, el intelecto, la psiqué dormida que los instintos despierta, tras el esfuerzo de (tanto) intentar asimilar tanto...

Y me gusta, por supuesto que me gusta. Y lo sabes, obviamente, lo sabes. 
Ir, venir, pasear, transitar, incursionar disimuladamente, descaradamente, vestida de fiesta, vestida de casa, de casta, de pura, de tacón, plataforma y peep toe, de flores, de rayas, de negro, de rojo, en un circunstanciado papel con estricto (y ceñido) guión, siendo yo misma, con todo lo que eso me cuesta y todo aquello que me supone, contigo, sola, hacia ti. ¡Zas!

10 dic 2014

"La caja negra del psiquismo"


Cuando me haces una pregunta terriblemente difícil


y la respuesta me sale sencilla, frágil, ágil; fácil



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Cuando usas tu retórica para herirme cuidadosamente la dialéctica.