29 mar 2012

Huelga general

Sinceramente, mis conocimientos sobre política, sobre la marcha social, sobre antropología, sobre situación laboral no son en lo más mínimo elevados, ni siquiera son los deseables y/o recomendables. Pero he de decir que esta mañana me he visto inundada por una imperante necesidad de expresar lo que esta "Huelga General" me inspira... Y en resumen no es más que un mal sabor de boca.

Puede que la información que tengo (porque no se me ha dado o porque sencillamente hasta ahora no me he molestado en buscar) no me permita establecer un juicio de valor sobre "la situación actual", pero mi experiencia personal, mi día a día, me sirve y me impulsa a decir que... España me recuerda cada vez más a esa Sudamérica de la que hace algo más de una década huimos, quisimos escapar, mis padres y yo; al igual que cientos y miles de familias. Esa Sudamérica, sí, muy feliz, muy alegre, muy colorida, muy "buenos días, por favor, gracias", muy sonriente, muy rica, pero también muy pobre. Una Sudamérica en la que, pese a toda esa vivacidad, imperaba una desazón, un sentimiento de impotencia y frustración popular que se extendía más allá de las familias con un nivel adquisitivo bajo o nulo, más allá del artista, más allá del rebelde, más allá del estudiante de la universidad estatal, más allá de los niños (y de otros no tan niños) que disfrutábamos de una huelga, un paro, una manifestación, una sentada, una cacerolada, como si de una extensión vacacional se tratara.

Hablo en pasado porque, aunque me consta que el estado de cosas de aquel precioso país, en el que nací y en el que tuve la oportunidad de disfrutar de unas extensísimas vacaciones año sí y año también gracias al paro de profesores, parece mantenerse o sigue su curso, un curso lento y de avance milimétrico, ahora vivo en España y este país no menos bonito que aquél es mi presente, mi "situación actual". País que me está dando la oportunidad de saborear esa frustración de no saber qué hacer: ejercer un derecho o ejercer otro, huelga o trabajo; de no saber qué pensar: se está haciendo algo y una réplica grande significa que el cambio está siendo grande o no se está haciendo nada para mejorar ésto que tan destruido pinta sobre todo hoy.

En Sudamérica, concretamente en Ecuador, la infinidad de protestas era prácticamente el pan de cada día, se estaba formando o quizás solo se estaba reviviendo, reavivando una cultura revolucionaria, esa cultura abiertamente a favor de manifestar su descontento y en la que, no sabría decir si por esa misma continuidad o porque realmente se hacía así, parecía que el movimiento se daba a priori. Mientras que aquí, al menos durante estos años, la actuación, el movimiento se da a posteriori, ocurrió con toda aquella revuelta que se formó en torno al sonado Plan Bolonia (que me tocó muy de cerca, por cierto), ocurre con la Reforma Laboral. ¿Por qué? ¿Por qué ese malgastar tiempo, ganas, dinero, voz y votos? ¿Por qué ese esperar al último momento, a vernos, con perdón, con la mierda hasta el cuello?
Puede que la diferencia esté fundamentalmente en que Ecuador era o es, según una visión "global de desarrollo", un país "en vías de", que no ha tenido una resonancia internacional ni por su estadísticamente correcta economía ni por su políticamente correcta sociedad. Mientras que España, deja de ser ese país desarrollado que tantas expectativas nos creó y que tantas esperanzas nos devolvió hace más de una década (y más de dos) para ser un país que retrocede y desesperanza e indigna a una gran parte de la población, pero que una pequeña parte de la misma lo demuestra abiertamente y se enfrenta a esa impotencia. Vuelvo a la impotencia y me alejo de los números, índices, porcentajes, baremos, porque papeles aparte, es ahí, en el sinsabor, en el borde de la crisis, la quiebra, la locura, donde nace esa necesidad de, tarde o temprano, manifestarse.

Quizás sea que España se edificó a pasos agigantados una sociedad intensamente individualista.
Quizás sea que Ecuador no tenía nada que perder y mucho que ganar.
Quizás sea que ese titular tan trillado de "el país está sumido en la más absoluta miseria" que hizo estremecer a una economía aún en la escuela, no alcance a esta economía graduada, titulada, que no se ve, ni de lejos, rozada por el mismo, aunque esté, a efectos prácticos, parada.

Y sí, estoy de acuerdo con la opinión de que solamente con quejarnos (o con quejarnos solamente, según se mire) no resolvemos nada, tan fácil como que sin una solución concreta sigue habiendo problema. Pero me sabe mal que esa supuesta libertad a elegir se convierta en muchos casos en una coacción ya sea directa o indirectamente. Sin ir más lejos, ayer escuchaba entre clase y clase a alguien decir que no "apoyaba" la huelga, con un porqué que parecía más sacado del telediario, de un portavoz político o de uno de los profesores que de su propio discernimiento. Me deja un mal sabor de boca que un ejemplo, a la hora de hacer o no hacer, tan aparentemente simple e irrelevante siente más que trescientas páginas de un manual y que no se sepa hacer un uso correcto de ello. Aunque, parándonos a pensar y pese a la contrarréplica que pueda surgirnos frente a una postura u otra, ¿de qué nos sirve que un estudiante de una licenciatura supuestamente fructífera se posicione, tome partido respecto a una noticia de rabiosa actualidad, que más que noticia es realidad, si su "plan de futuro" es esencialmente inmigrar a un país que le ofrezca más oportunidades o que sencillamente se las ofrezca?


Bonito circo. Bonito ciclo.




11 mar 2012

Conciencia, tú que vuelas.



¿Y qué pasa cuando la belleza se agota en sí misma, en su instinto, en su naturaleza, su razón de ser?
Nos quedamos paralizados, con los ojos abiertos, ensimismados en la negación de lo que vemos.


¿Por qué?


8 mar 2012