11 ene 2014

De lo inevitable a lo irrepetible.

No se volverá a repetir. Es así.

Porque a veces se siente como si ya hubiera demasiada mierda entre nosotros y hubiera una irremediable distancia que nos separa y que yo no veo porque posiblemente (que no probablemente) mi mierda me nubla la vista y casi me cubre los ojos. Porque a veces, se sienten en mi terreno tus armas y en el tuyo las mías, pese a que nadie las ha disparado, pese a que ninguno ha declarado la guerra al otro.

Pero me invade la nostalgia, sí me invade, se mete en mi casa, lo retira todo y se pega a las paredes e impregna el ambiente solo de lo que ella quiere y cambia las letras de lo que leo y las notas de escucho. 
Y entonces, siento, sí siento, porque casi lo vivo de nuevo, “como si hubiera sido ayer”, como si estuviera siendo ahora, como si fuera un momento, un acontecimiento constante en su espacio, su lugar y su tiempo, que no empieza, no acaba, que no dejará de ser. Nuestro espacio, nuestro lugar y nuestro tiempo. Que más que un recuerdo, se me antoja a lo que fuimos y lo que de alguna manera somos, mientras todo lo demás cambia.

Y ahí están, tu calor, tus brazos, tus manos, tu pelvis, tus piernas marcando el tempo, el tiempo y haciéndote joven, tus pies llenándose de historias, tu barbilla en mi sien.

Y ahí estás tan cerca como puedes. Como en un arrebato, como si hubieras sido expulsado de un círculo de fuerza centrífuga humanamente concentrada, como si te hubieran empujado, como si te hubieras empujado. De cerca, de repente y por sorpresa. En ese momento que era solo tuyo y terminó siendo solo nuestro.

Y ahí estamos, pisando el césped húmedo, llenándonos de polvo y de barro los zapatos, hasta las rodillas. De rodillas, sentados, en cuclillas, yo sobre tus hombros, tú sobre mis pechos, con las manos extendidas, cerradas, sueltas, juntas; tumbados en el césped, en el polvo, en el barro, en la tierra, en el asfalto, en la arena, sin dejar de ser lo que no sabíamos que estábamos siendo... Irrepetibles.

Y ahí nos veo, paseando cerca de la playa y atravesando puentes en la madrugada. 
Porque aún te asombras de lo que puedo llegar a contarte si me invitas a algo dulce y me besas. Porque aún me llevas de la mano y me ayudas a saltar obstáculos entrando automáticamente en el juego en el que yo soy la reina y tú el caballero. Porque aún se mantiene el orden en casa por las mañanas y nadie cambia de sitio tu cuadro preferido. Porque aún vienes conmigo y me acompañas, que no es lo mismo. Y el postre sigue siendo la expresión gráfica de nosotros mismos consumidos antes de la siesta y consumados.

Porque aún... (te va a sorprender)... nos veo en el pequeño paseo que dimos por Cartagena de Indias entre risas.

Irrepetibles, aunque (y porque) siempre nos supimos inevitables. Y también, constantes.




Que aquí  la nostalgia siempre vendrá con su ademán de “a la mierda con todo”
 y sus ínfulas de realidad   



                    Y ahí estás...       


▷ Θ

2 ene 2014

Justificaciones aparte.


-Usted ha repetido varias veces la palabra "cosa" -dijo Gregorovius-. No es elegante pero en cambio muestra muy bien lo que le pasa a Horacio. Una víctima de la cosidad, es evidente.

-¿Qué es la cosidad? -dijo la Maga.

-La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la imposición de lo que lo rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablemente. En una palabra, le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo. [...]

Rayuela 
(fuente inagotable)







Entre enero y todas sus promesas