24 may 2014

Una de falsa moral (III)



- Pues yo creo que es muy guapa. Incluso diría que es la más guapa del lugar. 

- Claro que crees que es la más guapa.

Porque es la persona que más se ajusta a tu prototipo de chica perfecta, aunque tú critiques sus caderas y porque ella, precisamente, de eso no se queja (lo que la hace más bella); se ajusta tanto que tú intentas, sin darte cuenta, casi de forma automática, ajustarte a ella. 
Y te cae muy bien... Pero no la conoces más allá del cruce de sonrisas en el vano de esa puerta.
Y es muy buena persona... Pero no has compartido con ella ni una sola situación que te permita afirmarlo.

Pero sí, hay personas así, en las películas de Hollywood, en "Mean Girls", en las producciones independientes y en la vida real.
Y la verdad es que no podemos hacer nada contra ello, tampoco creo que haga falta hacerlo, es más, creo que en muchos aspectos estaríamos bastante desorientados (más) sin personas con un carácter impregnado, bañado, aderezado, aunque sea salpicado de un poco de liderazgo, cuyos actos desencadenen un impulso en las actuaciones de otro; pero también creo necesario tener un criterio propio, por lo menos, un par de veces en la vida.
Y alguien me acaba de dar la excusa perfecta para reivindicarlo.

No sé por qué, pero la forma de vestir siempre ha tenido un sentido no poco importante en mi vida. No me refiero a las marcas o a la clasificación que puede derivar de la ropa que lleves o dejes de llevar encima, me refiero sobre todo a ese “toque especial”, a ese punto que hace reconocible tu forma de decidir, elegir y combinar, tu visión de qué combina con qué, de qué te parece que abriga y qué no, de qué lana te pica y qué lana no, tu historia y tus historias. 
De hecho, ésta es una de las razones por las que llego tarde a las citas, porque no siempre encuentro algo acorde a lo que quiero expresar con lo que esté cómoda a la vez, que se ajuste a mí y que cumpla mis exigencias; y no siempre lo tengo claro. Pero esa no es la cuestión. La cuestión era y es el criterio propio. Y tú, que me haces cuestionar tus palabras disfrazadas de bondad.

Así que... 
Diría yo que dices que es la más guapa, la más simpática y la más buena persona del lugar, para justificarte, para justificar el no ser capaz de reconocer lo que realmente piensas y sientes. No te preocupes, poca gente lo hace, ni siquiera yo, por eso escribo esto y no te lo digo, aunque sé que sabes lo que pienso cuando te miro y te sonrojas (autocensurándote una vez más) porque eres consciente de que me he dado cuenta de algo que te daría “reparo” asumir delante de mí. Y de que ahora llevas una copia de sus zapatos. Esos zapatos que no te habrías atrevido a llevar hace menos de seis meses pero que, como ella los lleva, ahora tú también, y te parecen cómodos y versátiles, muy casual, muy sport, que le dan a tu estilismo diario de collar de perlas y pendientes de “ositos” un toque desenfadado, pero que "como son negros se ven más elegantes". 

Y ya no te atreves a mirar con ojos de escepticismo a quien los lleva, como antes, cuando decías que esos zapatos eran de gente con poco estilo, poco dinero, poco criterio, esa gente rebelde que se queja por todo y no ayuda en nada. Ella también lo pensaba, pero ha cambiado de idea, no sabes por qué, ni te importa, porque en realidad nunca te has interesado por el trasfondo de las cosas que te rodean y si ella lleva esos zapatos tú también los llevas, no ibas a ser menos. Aunque hace unos cuantos meses hubieras dicho que eran feísimos y que tú nunca llevas ni llevarías esos zapatos ni esa ropa, porque no es tu estilo, porque no va contigo y porque nunca le dirías a la persona a la que se los viste por primera vez y se los criticaste internamente que te gustan sus zapatos, que es "lo más del lugar". 

Tú, tan naíf, naive, tan naf naf, prada y tous. 
Tú, que me gustabas más cuando decías que jamás irías a un festival de música para vivir en una tienda de campaña, cuando traías tus conjuntos impecables pensados por ti y de casa, cuando bebías "tinto de verano" sin perder la elegancia, cuando era imposible confundirte con un visitante asiduo al pub de moda y de turno. Cuando eras más tú que otra.
[...]

A lo mejor estoy equivocada y es que estás encontrando tu estilo y tus gustos. A lo mejor es que estás confeccionando tus historias. A lo mejor. No lo sé...




La moda siempre me resultó un arma de doble filo; reversible.

13 may 2014

Yo nunca



   






     
       Y donde dije: yo nunca he tenido que enfrentarme a algo así.
        Quise decir: yo nunca he querido enfrentarme a algo así.



10 may 2014

Lo efímero de ti que derramó belleza sobre mí

Venga, vamos, sonríe otra vez.
Eso. Sí... Oh. No. No... No pares. Tranquilo. No te miro (fingiré que). Pero sonríe otra vez. 
Eso, así...

No sé si te habrás dado cuenta, seguro que sí. Pero tus gestos le tienen declarada una especie de guerra de evidencias a tus pensamientos y te delatan más allá de sus propias intenciones, incluso (o quizás sobre todo) más allá de tu propio conocimiento.

Sonríe otra vez, que no me lo quiero perder.Ver cómo tu mente lucha con tu cuerpo para mantener el equilibrio (y eso que esa boca no ha bebido de esa otra), en una posición, en una postura, en un guión a penas determinado pero al que “hay que ceñirse”. Ver cómo tu cuerpo gana, al menos durante un pequeño intervalo de tiempo; entonces, lo que sea que estés pensando y que no dices, sale, es expulsado, de dentro hacia fuera como todo aquello de lo que el cuerpo se desprende y despide cuando está un poco harto de contenerse, cuando está extasiado, extenuado, cuando él solo, sin consulta previa, decide que ya es suficiente, cuando sucumbe, cuando se deja llevar, cuando más que electrificarse, se electrocuta y después solo es capaz de ser y es... simple, llano, natural. De tu boca a mis ojos, de mis ojos a mi memoria, de mi memoria a mi imaginación y desde allí pierdo la noción del verdadero recorrido, pero pasa por aquí y se queda plasmada en un papel ficticio (y) en mis palabras.

Indecisa pero bonita, pausada, lenta, pensativa, vacilante, resignada al silencio y finalmente segura de lo que quiere decir y lo dice con descaro y (me) enseña los dientes.

Venga, vamos, sonríe otra vez. Que yo sé que tú sabes.


Pero, no fijes así tu mirada en mis ojos.