15 may 2011

"La muñeca de nadie y la muñeca de todos"


Puede que tengas razón.
Y que mis verdades solo sean palabras que disfrazan mis mentiras. 
Mis pasiones, mis desilusiones, tus miedos.
Y que defender un concepto, una concepción, una idea, un ideal... termine en lo que no "debe"; ser un títere que se agarra con débil firmeza, en un constante intento desesperado de no dejarse caer, a esos hilos de los que no sabe cómo desatarse. 
Porque cuando lo intenta se enreda.



¿Es que crees que estarán para siempre?

6 may 2011

Trayectorias, tendencias y doble de cafeína.

De repente un día, descubriste la huella, el mensaje, la ficha, la evidencia que confirmaba tus sospechas.
Nadie te dijo busca, pero buscaste. Y por supuesto, encontraste.

Nadie tiene esa virtud, tan tuya, tan arraigada, tan caprichosa,  tan perfeccionista y perfeccionada; sí ésa, tu maravillosa intuición.
Y te digo, muy sinceramente, mientras nos tomamos el café de las 6 que deberías fiarte más de ella y usarla más. Sin embargo, tres minutos más tarde pienso que menos mal que no te dejas llevar tanto cuanto puedes, porque hoy, en este momento, me parece que no en vano está dicho aquello de que es más feliz quien vive en la ignorancia (y no, no me refiero a “ese” tipo de ignorancia, no quiero morir aplastada por una retórica invencible, hoy no). Me refiero a un plano algo (bastante) más sentimental, al plano éste en el que un pequeño error, un pequeño despiste, un leve malentendido se puede convertir en un torrente que nos inunda, que nos empapa las vestiduras, que no solo moja sino que puede destruir los muebles de lo que parecía ser un confortable hogar.
Y también te digo mientras relleno mi taza de café, mientras te miro a los ojos, esos encantadores ojos coloreados de un negro intenso hoy más brillante e iluminado que de costumbre ¿quién dijo que el negro era la ausencia de energía lumínica?... También te digo, te decía, que quizás esa persona, tan importante para mí cuyas palabras pocas veces casi nunca pasan inadvertidas, tuviera razón al decir que “una verdad a medias es al fin y al cabo una mentira”. A lo que, como te he contado y reiterado, yo siempre he dicho “¡no!”, tal vez con una ilusión en forma de esperanza, tal vez con una negación que suena más a excusa.
Entonces dices, al tiempo que el brillo de tus ojos se torna, desde mis perspectiva diagonalizada (por reducción al absurdo), cegador: es así.
¡No! Quizás todo empezó siendo una verdad a medias, quizás lo mejor sea aceptarlo.
Escuchas “aceptar” y a tu orgullo no se le ocurre otra cosa que revertirme la situación a modo de pregunta, a modo de deseo expresado en negativo. Te respondo. Tienes razón. Aceptar algo que está previamente rechazado, no sólo es terriblemente difícil, sino que lo percibimos, al menos a priori, como una putada. Para colmo, calzarse los zapatos de otra persona nunca fue la opción fácil.

Y es que, seguramente, hay tantos detalles y aspectos que se escapan a tus ya insomnes hipótesis, que tu gesto se despierta haciendo que tus cejas inevitablemente se eleven y tensen casi asombradas cuando llega a tus oídos el punto de vista según el cual muchas veces nos sorprendemos a nosotros mismos dejando evidencias de aquello que supuestamente ocultamos o que deberíamos ocultar, porque inconscientemente queremos ser descubiertos, queremos ser castigados y liberados de una carga, tratándose de algo así como de la revelación de un secreto que no se puede guardar por mucho más tiempo.
Lo comprendes. Pero no estás dispuesta a dar tu brazo a torcer.
Resulta irónico. Pero, a pesar de que no podemos retroceder el tiempo, sí, digo "podemos" porque lo retrocedería contigo aunque no hiciera falta; el tiempo es la única prueba que tenemos en nuestras manos para formular nuestro propio juicio de valor; el tiempo es lo único que nos queda para decidir.

Somos así. A veces somos así. Tan distintos y tan parecidos. Tan, siempre complejos.
Con un cuerpo y una mente preparados para sobrevivir; a deslices convertidos en torrentes que son una amenaza para nuestros bonitos y caros muebles, a prejuicios que se niegan a ser extirpados, a secretos que nos quitan el sueño.