12 dic 2014

Síndrome de Stendhal


Convivir con tus especialidades, compartir, cohabitar contigo es toda una experiencia. Más allá de los sentimientos implicados, más acá de los sentidos puestos. (En marcha). Y, también, es una lotería. Una lotería en la que la suerte siempre te toca, te roza, te sopla, te azota. ¡Zas! 

Eso sí, con una gran ventaja que, de alguna forma y sin saber muy bien cómo ni por qué, se nos convierte en un gran inconveniente. El tiempo. La falta de. Siempre el tiempo, que nunca es suficiente. Que nunca nos fue. 

Y entonces te (me) conviertes en un embriagador museo. Recto, simétrico, agradable, confortable, reconocible y ordenado en su propio desorden y como yo digo cuando me dejas: lleno de cosas bellas. En el que hay tanto que recorrer y tanto que hacer. Donde hay tantas distracciones, tantas posibilidades, tantas actividades.

Como la estancia de magnetismo especial que sin darte cuenta te llama, te absorbe, te corrompe. Y te rompe. ¡Zas! Llena de recodos, rescoldos, sombras, recobecos y misterios, historias secretas, libros viejos, portadas selladas, sellos de cera, estampas, marcos perfectos; con su polvo y sus grietas, etcétera. Etcétera, etcétera y qué etcétera tan... todo. 

Como esa exposición que, sin estar del todo expuesta, no te aburres de ver pero que no terminas de conocer, a la que quieres visitar, incluso sin que exista la posibilidad y, si existiera, aunque te sepas víctima inminente de una mialgia diferida (que no en diferido)... 
En las piernas de tanto caminar, andar, "desandar lo andado" por aquí y por allá, no sin una pequeña pérdida transitoria de uno mismo casi al final del recorrido; será el cansancio, será la magia, serán las ganas, de llegar y perderse y encontrarse y volverse a perder hasta encontrarte, en la puerta giratoria, esa del final... 
En los ojos de tanto observar, demasiados son los cuadros, los planos, las perspectivas y sus interpretaciones se multiplican; qué agilidad la de esos artistas ¿verdad?... 
En el pensamiento, la razón, el intelecto, la psiqué dormida que los instintos despierta, tras el esfuerzo de (tanto) intentar asimilar tanto...

Y me gusta, por supuesto que me gusta. Y lo sabes, obviamente, lo sabes. 
Ir, venir, pasear, transitar, incursionar disimuladamente, descaradamente, vestida de fiesta, vestida de casa, de casta, de pura, de tacón, plataforma y peep toe, de flores, de rayas, de negro, de rojo, en un circunstanciado papel con estricto (y ceñido) guión, siendo yo misma, con todo lo que eso me cuesta y todo aquello que me supone, contigo, sola, hacia ti. ¡Zas!

10 dic 2014

"La caja negra del psiquismo"


Cuando me haces una pregunta terriblemente difícil


y la respuesta me sale sencilla, frágil, ágil; fácil



*
Cuando usas tu retórica para herirme cuidadosamente la dialéctica.

27 nov 2014

No apta para autómatas


Siempre la misma ventana.
No sé qué significa, a qué me recuerda, qué pretende; qué pretendo.



Siempre la misma ventana, me engancha, me hace querer arrancarle las nubes y desnudarle cielo, grabarme sus colores en la piel y en la mirada, mirarla con cautela y de lejos y, también, mirarla de cerca. Me siembra expectativas, me disipa dudas. 
Siempre la misma ventana, aunque casi todos pasen de largo y me miren como si la observación fuera algo raro, algo extraño, algo nuevo, algo prohibido (quizás aquí lo sea). 
Siempre la misma ventana, más o menos a la misma hora, durante casi cinco años, me atrae, me atrapa, me hace creer que todo va bien, que todo irá mejor, que subir todas esas cuestas y todas esas escaleras merece la pena, que si yo me fijo en ella y sigo sonriendo con su dégradé pastel es porque no todo está tan perdido, tan mal, ni tan roto, porque queda mucho por hacer, porque aún se puede marcar una pequeña diferencia entre tanto ser mecanizado subiendo y bajando. 

Siempre la misma ventana, su dégradé pastel y mis jodidas esperanzas.

5 nov 2014

Words and worlds.


"I'm the girl who is lost in space, the girl who is disappearing always, forever fading away and receding farther and farther into the background. Just like the Cheshire cat, someday I will suddenly leave, but the artificial warmth of my smile, that phony, clownish curve, the kind you see on miserably sad people and villains in Disney movies, will remain behind as an ironic remnant. I am the girl you see in the photograph from some party someplace or some picnic in the park, the one who is in fact soon to be gone. When you look at the picture again, I want to assure you, I will no longer be there. I will be erased from history, like a traitor in the Soviet Union. Because with every day that goes by, I feel myself becoming more and more invisible..."
* Prozac Nation







También en: Caffeine-Magazine

24 oct 2014

No hay título que valga para nuestros miedos, éste en concreto.


nos cuesta la luna... resistiendo al sol mirándola de frente una tarde de verano

Me cuesta (mucho) reconocer, asumir y decir el primer “te quiero”, incluso pensarlo, pensar que estoy empezando a querer (mucho) a alguien; me crea conflictos de (entre) ideas. Supongo que porque me asusta querer más de lo que podrían llegar a quererme a mí. Dar y recibir a cambio una nada que se torna en vacío. Algo más humano que ese “quiere sin importar lo que te den a cambio”, digáis lo que digáis, que no digo que esté mal, ni que no se pueda, ni que no sea real, pero me parece menos humano que un miedo, éste en concreto.

Y es que la última, que fue la primera, vez que le dije a alguien “te quiero mucho, tanto que no me importa lo que me quieras tú a mí”, me arrepentí, me arrepentí mucho. Realmente le quería de esa manera. Pero habría preferido no haberlo dicho. No por ahorrarme el protagonismo en una escena inocente, sincera, rozándome con lo cursi, sino por la nulidad del valor que se le dieron a mis palabras, ésas en concreto.

Desde entonces, he conocido a personas que dicen “te quiero” por primera vez la segunda vez que te ven, a personas a las que no les cuesta nada, a personas a las que les cuesta todo, a personas a las que les cuesta más o menos lo mismo que a mí, conflicto arriba, conflicto abajo, y a ti, que me quisiste por primera vez antes de hacerme el amor y después, sobre todo después y te costó, te cuesta y crees que te costará (mucho) decirlo.


12 oct 2014

"Yo te vi primero"

No sé cómo lo hace, creo que lo hace sin ánimo de dañar (de más), pero lo hace.

Viene o vas tú, no importa cómo sea el (des)encuentro, te sonríe, te abre los ojos, te arranca de cuajo una sonrisa, es amable, se muestra agradable, te aprieta un par de tuercas sueltas, te taladra los tornillos que te falten y los que no, sin que se lo pidas, es así, no espera, porque sabe que en su (in)sano juicio nunca nadie le pediría tal cosa, te rompe sin que se note, sin que caiga ni un solo trocito de ti al suelo, sin ruido, sin innecesarios fluidos, sin que ningún cristal chirríe, te da la mano, te dice algo bonito, un placebo, un nocebo, ya no importa el efecto, y se va... a resolver sus problemas, a cosechar sus propias dudas, a arreglar lo suyo, a recomponer sus historias, a acomodarse en alguna butaca perdida en un concreto punto muerto, de escape, de fuga y te deja, sí, te deja... con el sentimiento intenso de estar (irreparablemente) herido, con el sabor agridulce de la conciencia al descubierto, salivando por el ácido.
Y casi sangras, pero no sangras y no sangrar te llena de impotencia y la impotencia duele, como cuando quieres llorar y no puedes.
Quizás yo sea más influenciable de lo que prevé, porque prevé, no espera, “las expectativas son para los débiles”. Aunque, lo resumiría en una pequeña frase y me diría “eres muy lista”, no sin una trémula y afilada entonación.

Posiblemente nunca jugaremos al mismo juego, probablemente nunca jugaremos en igualdad de condiciones, pero yo (ya) no soy inofensiva. Lo sabe y lo disfruta.
Posiblemente vuelva a verle, probablemente ya se haya hecho un lugar en mi vida, probablemente haya formado parte, directa o indirectamente, de las etapas más significativas de la misma, probablemente me tenga cariño, seguramente yo se lo tenga.


De objetividad y perspectiva.


18 jun 2014

Con p de pasado.


Yo solo tenía veinte años, recién cumplidos, recién hechos, recién salida del horno, tibia y de tacto fácil, como el del pan comprado a primera hora de la mañana, como el de los folios de fotocopiadora en invierno, más cotidiano y ordinario que la seda pero también más excitante, volátil e inalcanzable. 

Cuando nada era igual. Cuando entre que nos despedíamos y volvíamos a aparecer, uno en frente del otro, veías otros pies paseando por el borde de tu cama y otras manos reposando sobre tu almohada, aunque, nada era igual, o eso decías. Cuando esperabas que llegara el fin de semana, por si te llamaba y me autoinvitaba... a desayunar. Tostadas con queso crema y el último sorbo de la última de tus cervezas. Sin café. Para poder dormir... hasta tarde. Hasta que la luz cegadora que entraba por tu ventana te abría los ojos y te avisaba de que pronto sería tarde y de que era hora de (volver a) salir y de que yo saliera de allí porque al fin y al cabo yo ya me había ido.




Yo solo tenía veinte años cuando te enamoraste de mis manos 
y descubriste el secreto de los pies descalzos
... y perdiste la cabeza.

24 may 2014

Una de falsa moral (III)



- Pues yo creo que es muy guapa. Incluso diría que es la más guapa del lugar. 

- Claro que crees que es la más guapa.

Porque es la persona que más se ajusta a tu prototipo de chica perfecta, aunque tú critiques sus caderas y porque ella, precisamente, de eso no se queja (lo que la hace más bella); se ajusta tanto que tú intentas, sin darte cuenta, casi de forma automática, ajustarte a ella. 
Y te cae muy bien... Pero no la conoces más allá del cruce de sonrisas en el vano de esa puerta.
Y es muy buena persona... Pero no has compartido con ella ni una sola situación que te permita afirmarlo.

Pero sí, hay personas así, en las películas de Hollywood, en "Mean Girls", en las producciones independientes y en la vida real.
Y la verdad es que no podemos hacer nada contra ello, tampoco creo que haga falta hacerlo, es más, creo que en muchos aspectos estaríamos bastante desorientados (más) sin personas con un carácter impregnado, bañado, aderezado, aunque sea salpicado de un poco de liderazgo, cuyos actos desencadenen un impulso en las actuaciones de otro; pero también creo necesario tener un criterio propio, por lo menos, un par de veces en la vida.
Y alguien me acaba de dar la excusa perfecta para reivindicarlo.

No sé por qué, pero la forma de vestir siempre ha tenido un sentido no poco importante en mi vida. No me refiero a las marcas o a la clasificación que puede derivar de la ropa que lleves o dejes de llevar encima, me refiero sobre todo a ese “toque especial”, a ese punto que hace reconocible tu forma de decidir, elegir y combinar, tu visión de qué combina con qué, de qué te parece que abriga y qué no, de qué lana te pica y qué lana no, tu historia y tus historias. 
De hecho, ésta es una de las razones por las que llego tarde a las citas, porque no siempre encuentro algo acorde a lo que quiero expresar con lo que esté cómoda a la vez, que se ajuste a mí y que cumpla mis exigencias; y no siempre lo tengo claro. Pero esa no es la cuestión. La cuestión era y es el criterio propio. Y tú, que me haces cuestionar tus palabras disfrazadas de bondad.

Así que... 
Diría yo que dices que es la más guapa, la más simpática y la más buena persona del lugar, para justificarte, para justificar el no ser capaz de reconocer lo que realmente piensas y sientes. No te preocupes, poca gente lo hace, ni siquiera yo, por eso escribo esto y no te lo digo, aunque sé que sabes lo que pienso cuando te miro y te sonrojas (autocensurándote una vez más) porque eres consciente de que me he dado cuenta de algo que te daría “reparo” asumir delante de mí. Y de que ahora llevas una copia de sus zapatos. Esos zapatos que no te habrías atrevido a llevar hace menos de seis meses pero que, como ella los lleva, ahora tú también, y te parecen cómodos y versátiles, muy casual, muy sport, que le dan a tu estilismo diario de collar de perlas y pendientes de “ositos” un toque desenfadado, pero que "como son negros se ven más elegantes". 

Y ya no te atreves a mirar con ojos de escepticismo a quien los lleva, como antes, cuando decías que esos zapatos eran de gente con poco estilo, poco dinero, poco criterio, esa gente rebelde que se queja por todo y no ayuda en nada. Ella también lo pensaba, pero ha cambiado de idea, no sabes por qué, ni te importa, porque en realidad nunca te has interesado por el trasfondo de las cosas que te rodean y si ella lleva esos zapatos tú también los llevas, no ibas a ser menos. Aunque hace unos cuantos meses hubieras dicho que eran feísimos y que tú nunca llevas ni llevarías esos zapatos ni esa ropa, porque no es tu estilo, porque no va contigo y porque nunca le dirías a la persona a la que se los viste por primera vez y se los criticaste internamente que te gustan sus zapatos, que es "lo más del lugar". 

Tú, tan naíf, naive, tan naf naf, prada y tous. 
Tú, que me gustabas más cuando decías que jamás irías a un festival de música para vivir en una tienda de campaña, cuando traías tus conjuntos impecables pensados por ti y de casa, cuando bebías "tinto de verano" sin perder la elegancia, cuando era imposible confundirte con un visitante asiduo al pub de moda y de turno. Cuando eras más tú que otra.
[...]

A lo mejor estoy equivocada y es que estás encontrando tu estilo y tus gustos. A lo mejor es que estás confeccionando tus historias. A lo mejor. No lo sé...




La moda siempre me resultó un arma de doble filo; reversible.

13 may 2014

Yo nunca



   






     
       Y donde dije: yo nunca he tenido que enfrentarme a algo así.
        Quise decir: yo nunca he querido enfrentarme a algo así.



10 may 2014

Lo efímero de ti que derramó belleza sobre mí

Venga, vamos, sonríe otra vez.
Eso. Sí... Oh. No. No... No pares. Tranquilo. No te miro (fingiré que). Pero sonríe otra vez. 
Eso, así...

No sé si te habrás dado cuenta, seguro que sí. Pero tus gestos le tienen declarada una especie de guerra de evidencias a tus pensamientos y te delatan más allá de sus propias intenciones, incluso (o quizás sobre todo) más allá de tu propio conocimiento.

Sonríe otra vez, que no me lo quiero perder.Ver cómo tu mente lucha con tu cuerpo para mantener el equilibrio (y eso que esa boca no ha bebido de esa otra), en una posición, en una postura, en un guión a penas determinado pero al que “hay que ceñirse”. Ver cómo tu cuerpo gana, al menos durante un pequeño intervalo de tiempo; entonces, lo que sea que estés pensando y que no dices, sale, es expulsado, de dentro hacia fuera como todo aquello de lo que el cuerpo se desprende y despide cuando está un poco harto de contenerse, cuando está extasiado, extenuado, cuando él solo, sin consulta previa, decide que ya es suficiente, cuando sucumbe, cuando se deja llevar, cuando más que electrificarse, se electrocuta y después solo es capaz de ser y es... simple, llano, natural. De tu boca a mis ojos, de mis ojos a mi memoria, de mi memoria a mi imaginación y desde allí pierdo la noción del verdadero recorrido, pero pasa por aquí y se queda plasmada en un papel ficticio (y) en mis palabras.

Indecisa pero bonita, pausada, lenta, pensativa, vacilante, resignada al silencio y finalmente segura de lo que quiere decir y lo dice con descaro y (me) enseña los dientes.

Venga, vamos, sonríe otra vez. Que yo sé que tú sabes.


Pero, no fijes así tu mirada en mis ojos.

27 abr 2014

Abandono, sillón, luces, sombras y acción.


Siempre había creído que cada persona deja su marca, su sello, su toque especial en todo lo que hace. Aquí una pequeña muestra. Un mismo día, un mismo lugar y dos puntos de vista distintos.

Ellos, dos fotógrafos que habitualmente se dedican a los reportajes de boda, Cristina Ruíz y Michael Pieter. Y esta vez, delante del objetivo, yo, participando en un diálogo que trasciende a lo verbal impregnado de gestos, miradas, luces y sombras que cada uno recibe y plasma de una forma única e inevitablemente personal.



   
         Más de Michael...      


Y es que una foto nunca será la misma aunque esté hecha desde el mismo ángulo, con la misma perspectiva, la misma cámara, la misma luz, la misma modelo, el mismo objetivo, el mismo objeto, al menos, no si se hace de una forma sincera. Creo que ésto es lo que hace de la fotografía un arte, una herramienta, una profesión, una afición, un elemento, en definitiva, un campo tan interesante, amplio y atractivo y que de alguna u otra forma está cada vez más presente en nuestro día a día.




**
Muchas gracias a  Cristina y a Michael por hacer de una tarde cualquiera de abril un día para recordar. 
Y por contar conmigo.

20 mar 2014

Goodbye. Good night





Me he enamorado... Y es una tragedia. Y es real.




12 mar 2014

Borderland.


Mírate, pero mírate bien. 
Porque no hay nada más revelador que la autocontemplación. 
Porque así vienes... decidido, porque nadie tomará la decisión por ti; firme, porque a algo hay que agarrarse, porque ese “dame un punto de apoyo y yo (te) moveré el mundo” no se sostiene en el aire.
A poner límites a un ser, por una presunta astro-naturaleza, desbocado. Y está bien.
Me importa, me molesta, me fastidia, me enturbia la vista, pero sé que está bien.
Porque no es posible concederle todos los privilegios a alguien que solo busca jugar contigo, que solo quiere tus esfuerzos, que solo quiere ver cómo le tiendes una alfombra roja y de suave terciopelo por donde camina, que no hace más que ponerte, sin vergüenza y descaradamente, a prueba; piensas. Y está bien. Por supervivencia, la tuya, la mía, la de ellas y la de ellos, está bien.

Entiendo que, llegado el momento, uno no puede retroceder.
Entiendo que, llegado el momento, se vuelve naturalmente necesario protegerse ante la tempestad, ante la adversidad, ante un sentimiento que no se va, ante una pieza importante y afilada del engranaje que se quiere reparar pero que se niega a ser reparada (quizás, ni siquiera lo necesita).
Entiendo que, llegado el momento, uno quiera reivindicarse en uno mismo porque, al final, es eso, uno mismo, lo único que nos queda. Que se sienta una necesidad de mostrarse y demostrarse fuerte porque, joder, si no me cuido te adueñas de lo que soy. Que el cuerpo reaccione ante una amenaza tan grande como es un sentimiento tan fuerte, tan fuerte que te vuelve un completo desconocido.





      


                              
                                      y afilada
                    

14 feb 2014

Adolescencia...

... qué bonita eres y cuánto me gustas.




Aquí en el autobús, vuelta a casa, vuelta de esquina, vuelta del conductor, vuelta la vista hacia atrás.

Acabo de cruzarme con un conocido del instituto, hemos cogido rumbos distintos aunque a un destino, a priori, parecido. Repaso el examen, ya hecho, pero lo repaso, yo soy así, “el mundo al revés” como dice mi padre y para no dejarlo en evidencia, a mi padre, a veces, acabo por el principio, solo para no dejarlo en evidencia. Y repaso el examen hecho... mmm, bueno, el resultado del ejercicio de la empresa ha disminuido respecto al año anterior, probablemente porque ha disminuido la cifra de negocios, probablemente porque no vende, probablemente porque sus proveedores no quieren proveerle, probablemente porque sus clientes no quieren pagarle, probablemente su beneficio se ha visto reducido porque ha tenido que pagar impuestos, probablemente porque tener una empresa no es fácil. Probablemente porque estamos entrenados para interpretar datos pero no para obtenerlos, de los datos a la realidad sí, pero de la realidad a los datos no...
Al final parece que sí estoy aprendiendo algo, aunque yo, probablemente, me sienta más vacía que cuando empecé.

Pero, ¿Y la convivencia? ¿Y las personas? ¿Y la riqueza interior, el relacionarse, la empatía, el ser sociable? No sé si por haberme cruzado con alguien con quien compartí momentos hace más de seis años, o porque esta noche he soñado con otra época, o porque al salir del aula me he encontrado con alguien que me cae bien pero que no conozco bien y que parecía no tener un buen día, o porque de fondo escuchaba a gente hablar, comentarse entre ellos sus vidas y lo que harían para celebrar lo sea que fuese para ellos digno de celebrar y realmente no me apetecía nada unirme. ¿Qué me iban a aportar? ¿Qué iba a aportarles yo? ¿Se interesan por lo que les cuentan o lo que realmente sucede es que cada uno busca que los demás se interesen por lo que cuenta? A mí, muchas veces me da la impresión más de lo segundo que de lo primero.

Y me doy cuenta de que mi grado de incompatibilidad con la gente con la que he compartido clases, aulas, profesores y exámenes en los últimos años es bastante elevado. Y ni siquiera tiene que ver con gustos, apetencias o aficiones, es sencillamente sentirte a gusto, estar cómoda con y en.

Y hago un repaso rápido, comparo y obtengo un pensamiento que me lleva a la adolescencia y esa relación amor odio que todos hemos tenido alguna vez con ella y que algunos mantenemos viva, porque nos alegra y nos enriquece o porque somos unos nostálgicos de mucho cuidado.

Ser adolescente fue, es, tan complicado y tan maravilloso a la vez porque … probablemente, no esté revelando ningún secreto... porque es esa etapa en la que aprendes, podría decirse que es la etapa en la que obtienes los conocimientos básicos y fundamentales para desenvolverte en las relaciones, en el mundo, en la sociedad. Está claro que no todos aprendemos lo mismo, ni aprendemos igual y por eso (me parece que) es crucial y definitivo.
La adolescencia, esa etapa en la que aprendes sobre lo que es “la persona”, tú como persona, tú en un grupo de personas, los demás y cada uno como persona, los demás en grupos de personas. Y todo eso mientras transcurre tu formación académica. Yo, personalmente, entre otras muchas cosas, en el instituto aprendí que pasar de llorar a reír con demasiada facilidad denota poca sinceridad (con los demás o contigo mismo), me lo enseñó mi profesora de Música; aprendí que cuando no encuentras una respuesta es posible que sea porque no has formulado bien la pregunta, me lo enseñó mi profesor de Filosofía; aprendí que la inteligencia está para usarla, me lo enseñó mi otra profesora de Filosofía; aprendí que no encajar no es signo para alarmase, me lo demostró mi profesor de Lengua y Literatura; aprendí que conformarse no es la solución, me apuntó mi profesor de Matemáticas; conocí la amistad, aprendí a elegir, empecé a encontrarle sentido a eso de “conocerse a uno mismo”... Crecí.
[...]

Hay días en los que yo me levanto justo cuando tengo que estar saliendo de casa, no me maquillo, no me peino, llego tarde a un examen, me siento en la fila equivocada y no me apetece absolutamente nada escuchar por escuchar, hablar por hablar, hacer por hacer, decir por decir, días en los que me siento inadaptada y no me importa. Espero que eso no me convierta en una horrible persona, porque precisamente hoy me siento guapa.









Y echo la mirada hacia atrás.
Y empiezo a andar.

11 ene 2014

De lo inevitable a lo irrepetible.

No se volverá a repetir. Es así.

Porque a veces se siente como si ya hubiera demasiada mierda entre nosotros y hubiera una irremediable distancia que nos separa y que yo no veo porque posiblemente (que no probablemente) mi mierda me nubla la vista y casi me cubre los ojos. Porque a veces, se sienten en mi terreno tus armas y en el tuyo las mías, pese a que nadie las ha disparado, pese a que ninguno ha declarado la guerra al otro.

Pero me invade la nostalgia, sí me invade, se mete en mi casa, lo retira todo y se pega a las paredes e impregna el ambiente solo de lo que ella quiere y cambia las letras de lo que leo y las notas de escucho. 
Y entonces, siento, sí siento, porque casi lo vivo de nuevo, “como si hubiera sido ayer”, como si estuviera siendo ahora, como si fuera un momento, un acontecimiento constante en su espacio, su lugar y su tiempo, que no empieza, no acaba, que no dejará de ser. Nuestro espacio, nuestro lugar y nuestro tiempo. Que más que un recuerdo, se me antoja a lo que fuimos y lo que de alguna manera somos, mientras todo lo demás cambia.

Y ahí están, tu calor, tus brazos, tus manos, tu pelvis, tus piernas marcando el tempo, el tiempo y haciéndote joven, tus pies llenándose de historias, tu barbilla en mi sien.

Y ahí estás tan cerca como puedes. Como en un arrebato, como si hubieras sido expulsado de un círculo de fuerza centrífuga humanamente concentrada, como si te hubieran empujado, como si te hubieras empujado. De cerca, de repente y por sorpresa. En ese momento que era solo tuyo y terminó siendo solo nuestro.

Y ahí estamos, pisando el césped húmedo, llenándonos de polvo y de barro los zapatos, hasta las rodillas. De rodillas, sentados, en cuclillas, yo sobre tus hombros, tú sobre mis pechos, con las manos extendidas, cerradas, sueltas, juntas; tumbados en el césped, en el polvo, en el barro, en la tierra, en el asfalto, en la arena, sin dejar de ser lo que no sabíamos que estábamos siendo... Irrepetibles.

Y ahí nos veo, paseando cerca de la playa y atravesando puentes en la madrugada. 
Porque aún te asombras de lo que puedo llegar a contarte si me invitas a algo dulce y me besas. Porque aún me llevas de la mano y me ayudas a saltar obstáculos entrando automáticamente en el juego en el que yo soy la reina y tú el caballero. Porque aún se mantiene el orden en casa por las mañanas y nadie cambia de sitio tu cuadro preferido. Porque aún vienes conmigo y me acompañas, que no es lo mismo. Y el postre sigue siendo la expresión gráfica de nosotros mismos consumidos antes de la siesta y consumados.

Porque aún... (te va a sorprender)... nos veo en el pequeño paseo que dimos por Cartagena de Indias entre risas.

Irrepetibles, aunque (y porque) siempre nos supimos inevitables. Y también, constantes.




Que aquí  la nostalgia siempre vendrá con su ademán de “a la mierda con todo”
 y sus ínfulas de realidad   



                    Y ahí estás...       


▷ Θ

2 ene 2014

Justificaciones aparte.


-Usted ha repetido varias veces la palabra "cosa" -dijo Gregorovius-. No es elegante pero en cambio muestra muy bien lo que le pasa a Horacio. Una víctima de la cosidad, es evidente.

-¿Qué es la cosidad? -dijo la Maga.

-La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la imposición de lo que lo rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablemente. En una palabra, le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo. [...]

Rayuela 
(fuente inagotable)







Entre enero y todas sus promesas