12 mar 2014

Borderland.


Mírate, pero mírate bien. 
Porque no hay nada más revelador que la autocontemplación. 
Porque así vienes... decidido, porque nadie tomará la decisión por ti; firme, porque a algo hay que agarrarse, porque ese “dame un punto de apoyo y yo (te) moveré el mundo” no se sostiene en el aire.
A poner límites a un ser, por una presunta astro-naturaleza, desbocado. Y está bien.
Me importa, me molesta, me fastidia, me enturbia la vista, pero sé que está bien.
Porque no es posible concederle todos los privilegios a alguien que solo busca jugar contigo, que solo quiere tus esfuerzos, que solo quiere ver cómo le tiendes una alfombra roja y de suave terciopelo por donde camina, que no hace más que ponerte, sin vergüenza y descaradamente, a prueba; piensas. Y está bien. Por supervivencia, la tuya, la mía, la de ellas y la de ellos, está bien.

Entiendo que, llegado el momento, uno no puede retroceder.
Entiendo que, llegado el momento, se vuelve naturalmente necesario protegerse ante la tempestad, ante la adversidad, ante un sentimiento que no se va, ante una pieza importante y afilada del engranaje que se quiere reparar pero que se niega a ser reparada (quizás, ni siquiera lo necesita).
Entiendo que, llegado el momento, uno quiera reivindicarse en uno mismo porque, al final, es eso, uno mismo, lo único que nos queda. Que se sienta una necesidad de mostrarse y demostrarse fuerte porque, joder, si no me cuido te adueñas de lo que soy. Que el cuerpo reaccione ante una amenaza tan grande como es un sentimiento tan fuerte, tan fuerte que te vuelve un completo desconocido.





      


                              
                                      y afilada
                    

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