28 jun 2012

"Quod me nutrit me destruit"



- Tengo algo que decirte, pero no recuerdo el qué.
- Será que ibas a dejarme.

Sí, será que iba a dejarte. Así, allí, tan vestido y tan desnudo, tan frío y tan caliente, tan seco y tan mojado, tan tú cuando te hablo de felaciones, “olvidémonos del protocolo, sin ataduras, sin vestiduras, sin alter ego”, pero no, tú siempre fuiste un caballero conquistador y pacifista de mucho cuidado, tan así.

Sí, será que iba a dejarte. Porque tenías que irte, porque sobrepasaste (sobrepasamos) el límite de lo previsible, porque ya te habías ido antes de venir, porque no hay dos sin tres, aunque a mí, en realidad, se me antojen todos los números con uno.

Será que iba a dejarte o que iba a preguntarte si… Pero no lo hice.

Será que iba a decirte que, tal vez, si te quedabas tan cerca, tan así, si seguías sobrepasando lo previsible, tan así, quizás, podía comerte, tan así.



14 jun 2012

Revelaciones.


En la noche a tu lado
las palabras son claves, son llaves
el deseo de morir es rey.
Que tu cuerpo sea siempre
un amado espacio de revelaciones.


shootfire by Génesis.
shootfire, a photo by Génesis. on Flickr.

"You make me blue"

10 jun 2012

"Le maltrato físicamente"


A quien corresponda.



Le maltrato físicamente”
Así rezaba el título de la sección “tú preguntas”.

Allí estaba yo, ojeando, leyendo, pasando páginas de aquel suplemento, cuando llegué a la página sesenta y me encontré con un “Le maltrato físicamente”. Me detuve un momento. Un título/titular no podía ser tan claro, seguramente sería una metáfora de lo que la persona remitente de la carta querría expresar; para salir de dudas empecé a leer.

Pronto descubrí que no, no se trataba de un titular metafórico colocado estratégicamente al lado de la definición de la palabra sadismo para llamar la atención de las lectoras y los lectores, pues era cierto: ella maltrataba físicamente a su novio, además de insultarle, e incluso haber llegado a lesionarle, pues en la misma carta dice que alguna vez ha llegado a sangrar por la nariz y que le había roto el labio.

Acabé de leer y me vi invadida por un descontento y por el impulso de expresar lo que pensaba.
Alguien tenía que decirlo.

“Maltratar a un hombre es patológico y sádico” ¿Y maltratar a una mujer qué es?
Independientemente, de la respuesta de la psicóloga y del carácter sadomasoquista que la relación pueda tener, pues una cosa es que los dos experimenten placer sexual siguiendo los roles que decidan, quieran o les apetezca, pero que conocen y consienten y otra muy distinta es que uno de ellos sufra unas agresiones lejos de un contexto sexual y que el otro se pregunte si está enfermo o no, porque, de hecho, siente que no hace bien. Como decía, independientemente de esto, a donde quiero llegar es a lo siguiente:
Si en lugar de un hombre hubiera sido una mujer la víctima del maltrato, probablemente esto ni siquiera se habría llegado a publicar, pues estaríamos ante un caso de violencia de género, que aunque suene a demagogia, yo prefiero llamarlo violencia doméstica, pues he aquí la muestra. En un hogar, en el seno doméstico no son solo las mujeres quienes sufren agresiones por parte de sus parejas, también las sufren ellos. Pero, cuando ésto sucede, parece que nadie se siente en la “obligación” de mostrar su desacuerdo, mucho menos sentir la imperiosa necesidad de realizar un acto heroico y llamar a la policía porque a su vecino su pareja sentimental lo maltrata físicamente. ¿Por qué? ¿Es que no nos damos cuenta?
Si tanto hemos satanizado, crucificado, si tantos titulares ha ocupado el hecho de que decenas, centenares, millones de mujeres sean maltratadas, agredidas, y en los peores casos (aunque más de una persona pensaría que no es esto precisamente lo peor) asesinadas por sus parejas; si tanto nos hemos disgustado, yo la primera, cuando hemos escuchado a alguien decir “si vuelve es porque le gusta que le peguen”, “es que es tonta, le pegan y aún así sigue ahí”, etc. ¿Por qué mirar a otro lado cuando la víctima es un hombre? Señoras y señores, ésto también es violencia.

Con cuestiones como ésta, una se plantea que puede que se haya cedido a protegernos, a nuestras peticiones, a escucharnos, porque se nos ha visto tan débiles que no queda más que hacerlo y no porque se considere realmente que un trato igualitario sea necesario. Hablo en plural porque soy mujer y, por suerte o por desgracia (a veces las dos), soy de aquellas que se indigna cuando se nos intenta subestimar o cosificar. Y, por supuesto, me emociona, o como diría aquel mensaje conocido de fechas conocidas, “me llena de orgullo y satisfacción” la lucha por nuestros derechos y nuestras libertades, solicitar, reivindicar, conseguir los objetivos... 
Pero, ¿qué pasó con la igualdad?

Porque así como se tienen madres, se tienen hijas, se tienen hermanas, se tienen amigas, novias, “follamigas”, “rollos”, colegas, compañeras, conocidas... para quienes nunca se desearía un mal como éste ni ningún otro, también tenemos padres, tenemos hijos, tenemos hermanos, tenemos amigos, novios “follamigos”, “rollos”, colegas, compañeros, conocidos... para quienes nunca desearíamos un mal como éste ni ningún otro... 
¿o no?

No pretendo juzgar la publicación, la sección o la revista, ni el criterio de quien seleccionó la carta. La violencia doméstica y la violencia a secas, sin comerla ni beberla, sin adjetivos, es un tema con el que nos encontramos, por desgracia, muy a menudo y a mí, esta vez, encontrármelo en una página de papel couché me ha llevado a hacer, sencillamente, una llamada de atención sobre una realidad paralela y que quizás tergiverse la postura, las ideas y los ideales de un grupo no pequeño de personas.





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Aunque, posiblemente, este texto vaya a la papelera del olvido del ordenador que corresponda, lo he enviado a la redacción del suplemento porque conservo la esperanza de que alguien llegue leerlo (a esa persona, gracias por dejarse aquí unos minutos de su valioso tiempo) y porque, como he dicho por ahí arriba ,“alguien tenía que decirlo”, alguien que no tuviera una ideología cerrada y claramente decantada hacia un “proteccionismo masculino”. Y no, no soy una madre indignada porque a su hijo le pasa algo parecido a lo que le ocurre al joven al que “P., correo electrónico” maltrata físicamente... Tengo veintiún años y estoy ya deambulando en la absorbente época de exámenes de la Universidad.