Yo que nunca creí en el amor ni en la felicidad.
Que le cerré las puertas y las ventanas a cal y canto.
[...]
Entonces, llegó él. Y con él todo un descubrimiento, una cadena de ellos mas bien, una explosión de sensaciones, texturas, sabores, olores; paisajes de cuerpos (ad)yacentes, encajados, metamorfoseados; sentimientos vivos, sentimientos muertos y un inefable etcétera que nos hizo eclosionar coordinados, armónicos, jugosos, resecos, sedientos, mojados.
Lo toqué con las yemas de los dedos, con las palmas de mis manos, con prácticamente todos mis extremos, lamí, saboreé, mordí, mastiqué, tragué, sentí el dolor... Sacrifiqué, prioricé, concedí, me concedió, me concedieron... Reí atardeceres eternos, estuve a punto de morir de frío amaneceres sin sueño...
Perdí, gané. Jugué, gané...
Se fue...
Aún no ha vuelto.
*
[Yo no duermo, solo sueño]
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