Rebecca.
Y ella un día se prometió por enésima vez que no lloraría por...
Pero, resulta que las "enésimas veces" tienen un efecto secundario, una especie de ilusión adversa, directamente proporcional a las ganas de luchar a capa y espada, entre el silencio cortante y la pared, contra ese deseo implacablemente reversible de cerrarle las puertas a las astillas, los aguijones, las tachuelas, el fuego, las almas perdidas, los restos, las moscas, las cenizas… La repetición al infinito, el valor de la verdad. De auto promesas cuyas partidas indican que nacieron para recordarnos que somos, entre otras cosas, debilidad cubierta de piel, de lobo o de cordero, o de Caperucita Roja y asustada, de Lilith con extensas tentaciones y serpiente, de ella, de ti, de mí.
El hábito no hace al monje. Las lágrimas no hacen al débil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario