Aquí en el autobús, vuelta a casa, vuelta de esquina, vuelta del conductor, vuelta la vista hacia atrás.
Al final parece que sí estoy aprendiendo algo, aunque yo, probablemente, me sienta más vacía que cuando empecé.
Pero, ¿Y la convivencia? ¿Y las personas? ¿Y la riqueza interior, el relacionarse, la empatía, el ser sociable? No sé si por haberme cruzado con alguien con quien compartí momentos hace más de seis años, o porque esta noche he soñado con otra época, o porque al salir del aula me he encontrado con alguien que me cae bien pero que no conozco bien y que parecía no tener un buen día, o porque de fondo escuchaba a gente hablar, comentarse entre ellos sus vidas y lo que harían para celebrar lo sea que fuese para ellos digno de celebrar y realmente no me apetecía nada unirme. ¿Qué me iban a aportar? ¿Qué iba a aportarles yo? ¿Se interesan por lo que les cuentan o lo que realmente sucede es que cada uno busca que los demás se interesen por lo que cuenta? A mí, muchas veces me da la impresión más de lo segundo que de lo primero.
Y me doy cuenta
de que mi grado de incompatibilidad con la gente con la que he
compartido clases, aulas, profesores y exámenes en los últimos años
es bastante elevado. Y ni siquiera tiene que ver con gustos,
apetencias o aficiones, es sencillamente sentirte a gusto, estar
cómoda con y en.
Y hago un repaso
rápido, comparo y obtengo un pensamiento que me lleva a la
adolescencia y esa relación amor odio que todos hemos tenido alguna
vez con ella y que algunos mantenemos viva, porque nos alegra y nos
enriquece o porque somos unos nostálgicos de mucho cuidado.
Ser adolescente
fue, es, tan complicado y tan maravilloso a la vez porque …
probablemente, no esté revelando ningún secreto... porque es esa
etapa en la que aprendes, podría decirse que es la etapa en la que
obtienes los conocimientos básicos y fundamentales para
desenvolverte en las relaciones, en el mundo, en la sociedad. Está
claro que no todos aprendemos lo mismo, ni aprendemos igual y por eso
(me parece que) es crucial y definitivo.
La adolescencia,
esa etapa en la que aprendes sobre lo que es “la persona”, tú
como persona, tú en un grupo de personas, los demás y cada uno como
persona, los demás en grupos de personas. Y todo eso mientras
transcurre tu formación académica. Yo, personalmente, entre otras
muchas cosas, en el instituto aprendí que pasar de llorar a reír
con demasiada facilidad denota poca sinceridad (con los demás o
contigo mismo), me lo enseñó mi profesora de Música; aprendí que
cuando no encuentras una respuesta es posible que sea porque no has
formulado bien la pregunta, me lo enseñó mi profesor de Filosofía;
aprendí que la inteligencia está para usarla, me lo enseñó mi
otra profesora de Filosofía; aprendí que no encajar no es signo
para alarmase, me lo demostró mi profesor de Lengua y Literatura;
aprendí que conformarse no es la solución, me apuntó mi profesor
de Matemáticas; conocí la amistad, aprendí a elegir, empecé a
encontrarle sentido a eso de “conocerse a uno mismo”... Crecí.
[...]
Hay días en los que yo me levanto justo cuando tengo que estar saliendo de casa, no me maquillo, no me peino, llego tarde a un examen, me siento en la fila equivocada y no me apetece absolutamente nada escuchar por escuchar, hablar por hablar, hacer por hacer, decir por decir, días en los que me siento inadaptada y no me importa. Espero que eso no me convierta en una horrible persona, porque precisamente hoy me siento guapa.
Hay días en los que yo me levanto justo cuando tengo que estar saliendo de casa, no me maquillo, no me peino, llego tarde a un examen, me siento en la fila equivocada y no me apetece absolutamente nada escuchar por escuchar, hablar por hablar, hacer por hacer, decir por decir, días en los que me siento inadaptada y no me importa. Espero que eso no me convierta en una horrible persona, porque precisamente hoy me siento guapa.